La historia del trapiche y Los Clavo
Don Perpetuo se acercó al comercio con un grupo de muy buenas mulas que deslumbraron al general, quien ofreció comprarlas. Don Perpetuo puso como condición al negocio que le vendiera unos terrenos ubicados en la margen izquierda del río Boconó.
Fue así como el trapiche, la casa y las tierras cayeron en manos de la familia Clavo. Don perpetuo se casó con Josefa Carrillo, con quien tuvo dos hijos.
La hacienda y el trapiche prosperaron en manos de Don Perpetuo, que incluso logró exportar café a países europeos.
La prosperidad del trapiche llegó a su fin cuando Don Perpetuo perdió un pleito con la familia Berroeta por el destino de las aguas que hacían mover la rueda del molino de caña y servían para el riego.
Debido a esto, pidió ser enterrado en Tostós para no tener que pasar, ni muerto, frente a la casa de los Berroeta, camino obligado hacia el cementerio de Boconó.
Trapiche en la Mineria
En las regiones mineras, los trapiches realizaban la molienda y el lavado del oro fino, que a veces era también recogido con el azogue.Las instalaciones que demandaba un trapiche, a pesar de su simplicidad, eran lo suficientemente costosas como para que sólo los más ricos pudieran habilitar uno. Las piedras, los salarios de los obreros encargados de la molienda, el arriendo del sitio y de las aguas, las construcciones, etc., hacían subir su costo; la escasez de trapiches aseguraba una demanda permanente de trabajo de los particulares que no los poseían y a quienes se les cobraba un porcentaje de metal por cada "molienda", llamada "maquila".
Por los mecanismos generales en que se desenvolvía la vida económica chilena en la Colonia, los trapiches representaron una inversión altamente rentable para sus propietarios. No es extraño que los hacendados hayan sido sus principales constructores, ya que además de poseer minas propias que les obligaban a trabajar sus metales, disponían también de los recursos necesarios para su habilitación, de los terrenos y del personal que los atendiera. Por otra parte, la percepción de metales en pago de su uso les ofrecía una fuente de alta rentabilidad, en la medida que ellos estaban conectados al circuito comercial del oro fuera de los márgenes locales de los centros de producción. En 1808 se representaba al Tribunal de Minería como abuso "el consentir algunos dueños los trapiches moler y beneficiar en ellos metales de oro y plata a cualesquier sujeto que no conocen ni saben que es dueño de mina ni averiguan de dónde los ha sacado". Pero para el trapichero sólo contaba la "maquila", que representaba el 50% del valor de un cajón según una estimación de mediados del siglo XVIII.
Para la habilitación de estos trapiches era de vital importancia la existencia de agua que permitía su funcionamiento, y en una región donde ésta escaseaba, no fue fácil equilibrar su disfrute entre los usuarios de labores agrícolas y los que la destinaban el agua al laboreo minero.
El trapiche es un molino en el cual se usaba como fuerza motriz a los animales, aunque hoy se sigue usando ese nombre en algunas industrias, a pesar de que ya no se usan animales.
Hoy en día, la mayoría de los ingenios azucareros, especialmente de Brasil y Argentina, utilizan los trapiches para moler la caña de azúcar, para así extraer su jugo, del cual se saca el azúcar. En estos ingenios, se utiliza como fuerza motriz el vapor de agua, que se genera en grandes calderas.
Los trapiches en los ingenios están conformados por una serie de molinos (la cantidad de molinos varía según la fabrica) compuesto por tres rodillos surcados que prensan la caña de azúcar previamente desmenuzada y extraen su jugo. Este jugo es concentrado y cocido hasta obtener la cristalización del azúcar. Como residuo, del trapiche sale un producto que se llama bagazo, el cual se puede usar como combustible en las mismas calderas o como materia prima para la elaboración de papel.
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